Hace unos años tuve la grata experiencia de exponerme decididamente y sin ningún tipo de prejuicio a un interesante discurso, quizás la mejor alocución que he podido escuchar de un ministro de educación en lo que llevo de vida, en el que las cifras y las estrategias convencionales no entraron en cabida. En él, pude ser testigo de cómo un personaje tan importante, como lo es el actual ex ministro de educación de Brasil,Cristovão Chico Buarque, pasó de ser un político tradicional e indiferente, a ser todo un humanista comprometido con la equidad social y mundial, cuyo pronunciamiento de “(…) sintiendo el riesgo de la degradación ambiental que sufre la Amazonia, puedo imaginar su internacionalización, como también de todo lo demás, como un asunto de suma importancia para la humanidad”, ha dejado y sigue despertando una gran reflexión y enseñanza no sólo a nuestros dirigentes, sino a la misma población universal, responsables de cuanto acontecimiento afortunado e infortunado rodea y abastece la realidad en la que vivimos.
Este discurso, que bien podría haberse desarrollado como un pronunciamiento puramente diplomático y nada auténtico en relación a las arengas que ya conocemos, terminó convirtiéndose en un sermón magistral, en el que no sólo), se oponía a la internacionalización de la Amazonía, sino que condicionaba esa universalización de esta parte del mundo, a la generalización y masificación de todos los recursos y seres existentes en el planeta, es decir, que su propuesta se centraba únicamente en renunciar a la propiedad privada y adentrarnos a construir progreso en él dominio público.
Desde esta perspectiva profundamente evolucionista y humana, es en la que me sitúo para levantar la voz y decir que éste debería ser el ideal de todo hombre de leyes, de todo sujeto con corazón y cerebro. No es descabellada e ilusoria la frase que promulga que “Cuando los dirigentes traten a los niños pobres del mundo como Patrimonio de la Humanidad, no permitirán que trabajen cuando deberían estudiar, ni que mueran cuando deberían vivir”, al contrario, éste sería uno de los tantos propósitos y sueños de quienes aún conservamos el valor de la libertad, la justicia y la equidad, por encima de las inadmisibles doctrinas y políticas que pretenden que adoptemos en nuestra vida el capitalismo salvaje.
Sin embargo, y en completo acuerdo con lo que anunciabaBuarque, no se puede arriesgar todo por nada; no es posible poner un recurso tan valioso como la Amazonía en manos de quienes sólo pretenden obtener más riqueza a punta de su desbordado aprovechamiento, entendiendo que la única y verdadera posibilidad de que se internacionalice el mundo, es que el mismo mundo quiera y se deje internacionalizar. Ya basta de justificaciones baratas y estúpidamente prefabricadas, dado que la tierra y sus hijos no conocen dueño alguno y no les interesa ser poseídos por nadie.
Sí usted, señor lector, quiere dejar que todos los recursos y seres que nos rodean sean de dominio total de la humanidad, entonces únase y suba la voz, para que de esta forma podamos cambiar y suprimir nuestra inmerecida, inequitativa y triste realidad.