Foto: Poetas del fin del mundo
16 Mar 2017
Un día como hoy hace 125 años nació en Santiago de Chuco, uno de los poetas más importantes de las letras peruanas: Cesar Vallejo. De origen provinciano y mestizo fue una de las grandes figuras de la lírica hispanoamericana del siglo XX. Su obra esta cargada de una gran expresividad y desbordada sensibilidad que provenían de sus dolores personales y colectivos, creando un lenguaje muy autentico.
Varias de sus composiciones literarias se caracterizan por el uso de un léxico bíblico y litúrgico, ya que sus padres tenían planeado dedicarlo a la vida del sacerdocio, camino que no seguiría al igual que sus estudios universitarios. En 1915 entro a estudiar en la Universidad de San Marcos (Lima) Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de Trujillo, ambas carreas las dejo para dedicarse a ser maestro en Trujillo.
Cesar Vallejo incursiono en varios campos como: la dramaturgia, los ensayos y la narrativa con una de sus grandes obras “Paco Yunque”, pero inicio en el campo de la poesía y el modernismo con “Los heraldos negros”. Estableció su propio estilo literario con “Trilce”. y con las obras “España, aparta de mi este cáliz” y “Poemas Humanos” encontró la fama. Le puede interesar: Manuel Cepeda y la memoria en sus poemas
En estos 125 años de historia, Vallejo nos ha dejado varias obras que deberiamos leer más de una vez, pues los sentimientos y anhelos de este gran poeta son una fuente de gran conocimiento e inspiración. Hoy en la fecha de su natalicio sería un gran homenaje empezar a disfrutar alguna de sus obras.
Poema para ser leído y cantado
Sé que hay una persona
que me busca en su mano, día y noche,
encontrándome, a cada minuto, en su calzado.
¿Ignora que la noche está enterrada
con espuelas detrás de la cocina?
Sé que hay una persona compuesta de mis partes,
a la que integro cuando va mi talle
cabalgando en su exacta piedrecilla.
¿Ignora que a su cofre
no volverá moneda que salió con su retrato?
Sé el día,
pero el sol se me ha escapado;
sé el acto universal que hizo en su cama
con ajeno valor y esa agua tibia, cuya
superficial frecuencia es una mina.
¿Tan pequeña es, acaso, esa persona,
que hasta sus propios pies así la pisan?
Un gato es el lindero entre ella y yo,
al lado mismo de su tasa de agua.
La veo en las esquinas, se abre y cierra
su veste, antes palmera interrogante...
¿Qué podrá hacer sino cambiar de llanto?
Pero me busca y busca. ¡Es una historia!