[Por Camilo De Las Casas]
31 de mayo de 2015
¿Será posible que nos sorprendamos? Necesitamos el romanticismo, leer y releer a Lord Byron, y, por supuesto, a P. Shelley, M. Wollstonecraft y J. Polidoro, a su Frankenstein y al Vampiro. Coincidente alusiones a ellos, a esos Románticos de los que hace semanas magistralmente William Ospina nos compartió en la Feria del Libro en la presentación de su nueva obra “El año del Verano que nunca llegó” y que por aquello que uno no sabe porque va llegando a uno con un magnetismo particular, es también referido por Óscar Guardiola en su texto: “Cómo Construir Sociedades. Diez cosas que nunca nos dicen sobre la paz y la guerra”.
El volcán Tambora entre Indonesia y Malasia ha hecho erupción y ha inspirado en 1816 a la libertad desde la tragedia humana; hace unos años en abril de 2010, por una erupción en Islandia, los europeos vivieron algo similar por una columna de ceniza. Muchos Tamboras ocurren en Colombia. La más reciente oscuridad la andanada guerrera de Santos, “Vamos por el Camino Correcto”, la expresión Santista de la indolencia de su clase y la del establecimiento. Tal como cuando lo hizo con la muerte de Alfonso Cano, ejecución en estado de indefensión, con el cinismo de nuestros mal llamados estadistas. Cinismo que es su identidad actoral como las de estos días cuando el presidente de la “pax neoliberal” expresó que iba a posibilitar la entrega de restos de los seres humanos a las familias de las víctimas, guerrilleros y civiles, bombardeados en Guapi para que no quedaran como NN cuando estaban en ese recóndito lugar del pacífico hablando del avance del diálogo, como lo expresó la guerrilla. Autoreconocimiento de Santos de uno de los rostros multifacéticos del terror, los tradicionales de la dirigencia colombiana, que pueden pactar su paz, aliarse con alimañas, las que en público desprecian o dicen perseguir o negar en su paternidad, con tal de mantenerse en el poder. Pueden estar con Pablos Escobar, con Victors Carranza o Yairs Klein, o con el Comando Sur; para ellos no hay problema, incluso con su propia creatura negada como el paramilitarismo que silencian, que compran o callan cuando quieren.
Hoy a nuestra vista sigue evidente que la “pax neoliberal” no es la salida a la paz. Esa paz Santista Uribista está disfraza con la retórica del discurso de paz, exprés o no, con la finalidad única del sometimiento. La cuestión de los plazos es vanidad personal y de tensión de un sector del establecimiento, una disputa teatral entre Santos y Uribe que se inocula en la ignorancia de la gente. Las responsabilidades guerrilleras ellas mismas nos las han negado; están dispuestos a reconocerlas, pero esperan que su contra parte tenga la misma actitud, pero no es así, por eso Santos y Uribe se encuentran, ambos abrazan el diálogo con la guerra y la guerra con el diálogo. Las conversaciones son para que los “terroristas” se sometan a una institucionalidad “bondadosa”, “pulcra”, “pura”, “justa”, con algunas manchas pero casi perfecta, para que ellos, los malos, como los pobres y los excluidos que se organizan, acepten que son los responsables de haber destruido la democracia. Los dirigentes López, Betancurt, Barco, Gaviria, Samper, Pastrana, Uribes y Santos han protegido esa herencia democrática; son el linaje que expresa lo bello, lo bueno, lo justo, bendecidos por el “corazón de Jesús”, así no sean devotos.
Seguimos pasando noches aciagas, llenas de temor; aterrorizados de las desgracias que creemos que van a venir trágicamente, peores tiempos, pero nada sucede más que el marasmo, en el fondo de nuestra propia insensibilidad e inconciencia. Las noche obligada a pasar en vela, la imposibilidad de ver el sol como ese 1816. No lo vemos, no la sentimos ni la experimentamos ni siquiera quienes queremos otras sociedades en otro país, mucho menos aquellos que pasan ignorantemente ante el cadáver insepulto de nuestra democracia.
Claramente el asunto no es pararse de la mesa, las FARC EP no van a dar al traste con un escenario que ha ido abriendo espacios políticos, aunque con altos costos militares para su organización; el ELN se hará aún más díscolo, no quiere caer en la trampa, y ambos esperan que sus bases sociales y que otro conjunto de la sociedad más amplia asuma que la paz es un asunto de transformaciones, que es más que dejar, o no, de disparar.
El asunto no es pararse de la mesa, ese no es el nudo. El nudo es el derecho a la verdad, el deber de la memoria. El asunto es enfrentar el paramilitarismo institucional y empresarial. El asunto es el de la justicia penal y su corrupción. El asunto es la democracia social, económica, política y ambiental. Ese asunto múltiple es el de la paz positiva como la llama Óscar. El asunto de pararse de la mesa es del establecimiento que sí podría hacerlo buscando el momento propicio cuando haya cerrado su círculo de dominación estratégica o cuando las guerrillas FARC EP y ELN no cedan a innegociables o cuando, y eso está por verse, la sociedad, la de base y la otra, la media, se junte para afirmar ese otro proyecto de país. El establecimiento quiere la pax neoliberal, y su premisa es no ceder en asuntos de profundidad como la verdad y la justicia, con los 28 puntos no discutidos, que nos hablan de los asuntos de fondo de este país. La mentira institucionalizada mediática y jurídicamente no puede desmoronarse, esos mitos de ídolos de barro deben permanecer en pie; la impunidad para los de arriba y la inequidad en la distribución de la tierra, el modelo minero energético, la crisis ambiental existente y la que se profundizaría con el modelo neoliberal, entre otros, debe solucionarse del mismo modo, con las fórmulas que no impliquen ningún punto de generosidad sin contraprestación; siempre, hasta hoy, eso ha funcionado a la dirigencia y al establecimiento. ¿Hasta cuándo?
Ellas, las propias guerrillas, aparecen como voces en el desierto estéril, quizás atrapadas por discursos inaudibles sobre causas incuestionables, pero sus propias bases no parecen siempre entender los aullidos que nacen de un sentirse que ellas no son la vanguardia, que tienen sobre ellas parte de la responsabilidad histórica de reconstruir el país con la ruptura, con la herejía para hacer de otros unos amigos de las herejías en la creación del humanismo y de la democracia. Sin embargo, muchos de sus líderes sociales parecen enceguecidas en un rally, agotando la poca agua que queda para beber y salir del atolladero en ese desierto, en ese volcán que ha echado lava muchas veces; ellos se pierden en la disputa a veces infantil de egos, de discusiones ideológicas estériles como si el amor por la justicia tuviera un color, haciendo más aciaga esa noche de cenizas en el aire, llevando al pueblo de la desesperanza a la desesperación, ese movimiento social sectario nos tiene sin perspectivas reales de transformación.
Al país nacional poco le importa la paz porque los que creen en otro país quizás hemos sido menores a la responsabilidad histórica, si son los medios de información y también los empresarios, los militares de arriba y los políticos de siempre, como lo escribió William en un poema, porque “Ellos son poderosos”, pero también, porque la imaginación parece agostarse; a veces renace en un impulso sin arranque de fondo, se paraliza y se atomiza porque ese proyecto de país imaginado no se asume en el alma, en la piel, en la cabeza con la propia gente, que no sabe de discursos, que siente y que padece, y que crea formas de enfrentar su presente para intentar huir, sobrevivir o transformar, que no apuesta por direcciones verticalistas, por iluminados y por vanguardias.
Es una coincidencia que desde Londres donde se encuentra Óscar, o desde Colombia, William, coincidan hoy en referirse a los problemas de la humanidad y a nuestra Colombia con en esos Románticos que generaron una ruptura literaria, poética, estética y también política
Una apelación a que nuestra tragedia, esa erupción de imaginación, de creatividad ante asuntos de la paz con justicia socio ambiental, la paz que nos es de Santos; él no tiene ni la llave de la paz, ni los plazos, ni la voluntad, ni la disposición. La oscuridad en Ginebra en 1816 gestó una tendencia a favor de los desheredados, de los desposeídos, sentimientos libertarios, pasión sin límites por amores imposibles y los amores que se hicieron reales más allá de esos límites, la burla y la sorna al pensamiento dominante que justificaba el odio al otro, que creaba enemigos para justificar el destierro o la muerte, la heterodoxia en la literatura, el escándalo en la política.
Eso es lo que necesitamos, esos Byron, guerreros, licenciosos del alma ante una sociedad acartonada, ensimismada, yoica; felizmente esclava ante el despojo de los sueños, de las libertades; acostumbrada a reírse de su muerte a fuego lento como un crematorio nazi o de los paramilitares en el norte de Colombia; o gratamente sometida a la tortura que sus victimarios los directos y los que están detrás de ellos negociando con el país han ido tejiendo Casas de Pique, para que escasamente nos quejemos, para que lo negros sigan matando negros, soldados a guerrilleros, y sus generales se queden fincas, y esto protejan a los empresarios y estos aseguren presidentes, y senadores.
Hoy, que vuelvan esos románticos en la gestación de una nueva apuesta política donde se asiente la paz con justicia socio ambiental para eso hay que pararse frente a la pax neoliberal, la paz Santista Uribista.