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**Por Camilo De Las Casas - ~~@~~CamilodCasas
Ya llevo 13 años, 11 meses y tres días, buscando a mi hija, desaparecida en San José del Guaviare por militares, y nada del Estado, pero ya he logrado ubicar dónde está ella; usted lleva 10, no desfallezca, debemos insistir, no podemos cansarnos, si nos cansamos, nos morimos en vida, vivimos sin vivir. Así le hablaba una madre a otra, el pasado viernes en una conmemoración del día de los desaparecidos en Villavicencio. Una de ellas desesperada, aún sin caer en la desesperanza, compartía la inutilidad de los mecanismos de Búsqueda, las de Alertas, las denuncias ante la Fiscalía General y la pomposa ley de víctimas 1448.
La solidaridad y el rastreo propio; los sueños, los segundos, los minutos, el día a día son la existencia vivida que enfrenta la impunidad y el olvido, de ahí la precisión del tiempo en la búsqueda de rincones explorados e inexplorados; ellas, la mayoría mujeres, familiares de los desaparecidos, son unas expertas en técnicas de investigación judicial, en la construcción de pruebas, en hallazgos y en peritazgos.
Eso ha sido ASFADDES, Familiares Colombia, Fundación Nidia Erika Bautista, Familiares de los Desaparecidos del Palacio de Justicia, y las miles de Doñas Fabiolas Lalinde, y de la familia Joya, Rodríguez, Beltrán, Osorios, expresiones de víctimas de este crimen de lesa humanidad que han irrumpido ante el rostro de hierro del Estado colombiano, desmoronando las verdades oficiales de los medios empresariales de información o su casi eterno silencio e invocando al sentido de humanidad de los connacionales ensimismados en su sobrevivencia o en la cultura política del sometimiento.
La desaparición forzada es un crimen de lesa humanidad, un crimen de Estado o de estructuras armadas que operan bajo su amparo con la pretensión de, al sustraer a una persona de su libre movilidad, dejarla en total estado de indefensión y de aislamiento para sacar información; para aleccionar y castigar a través de tratos crueles e inhumanos a su cuerpo y a su mente, sin dejar rastro alguno de su cuerpo historia con el propósito de mantener un orden social.
Son más de 45 mil los desaparecidos forzados en Colombia desde finales de los 70 cuando se denunciaron los primeros casos, cuando fenecía el Mandato Claro de López y se iniciaba el Estatuto de la Seguridad de Turbay Ayala, por lo menos este es el dato asumido por la mayoría de organizaciones de víctimas. Otros afirman, que son entre 18 y 25 mil desaparecidos. Uno solo en sí mismo es un escándalo, una afrenta a la humanidad; miles constatan la sistematicidad, la construcción de una herramienta de represión dirigida contra la oposición, la disidencia, o lo que simplemente contra un grupo humano que es concebido antisistema o base guerrillera o disfuncional a un orden social moral maniqueo o al desarrollo.
En Argentina aún no hay acuerdo sobre los aspectos cuantitativos de este crimen de Estado, las estimaciones en el período de la dictadura son entre 8 y 25 mil personas y en Chile de más de 1300 personas ejecutadas y desaparecidas, de 200 se tiene certeza que fueron arrojadas al mar.
En el caso de Colombia, las cifras son disimiles en las propias fuentes oficiales, tanto las de la Comisión de Búsqueda, como las de la Fiscalía General de la Nación, como las que reportan el informe ¡Basta Ya!. Si existe un primer reto en el deber de la memoria y el derecho a la verdad para la sociedad y la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad Comisión de Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición es la homologación de las fuentes y la conceptualización sobre lo qué se quiere expresar con la desaparición forzada y la dimensión de la responsabilidad del Estado, de la institucionalidad antes de su comisión, con la comisión, y con posterioridad a la ejecución de esta multiplicidad de violaciones de derechos humanos, que se prolonga en el tiempo.
Los familiares se han expresado indicando que con independencia de lo que se acuerde con las guerrillas las FARC EP y el ELN, este crimen no puede quedar en la impunidad, y se requiere que el Estado de respuesta para saber en dónde están los desaparecidos, sancione a los responsables e indique con claridad qué pasó con ellos, dónde se encuentran con vida o dónde están sus restos.
Como ya han expresado algunos familiares lo que se sigue en un pos acuerdo con las guerrillas es otro espacio de lucha por la verdad y la justicia, así, “esta sea llamada transicional”. Lo acordado en La Habana es limitado para algunos de los familiares, ya que no es obligatoria la comparencia de los responsables a la llamada Comisión de Esclarecimiento de la Verdad.
Adicionalmente, si en los pocos procesos penales en que hay condenados como el caso de Nidia Erika o en el de los desaparecidos del Palacio de Justicia, los militares conservan su silencio y protección de cuerpo, es difícil esperar que los generales y otros altos mandos militares colaboren sin que exista algún tipo de beneficio, y mucho menos que desaten sus palabras de mentiras para expresar la verdad; mucho más sería lograr, que indicaran la participación en la planeación y como beneficiarios de las desapariciones a políticos y empresarios.
Aún no se conoce que se acordara en el derecho a la justicia en La Habana. Solo se sabe del principio que no se negociaran impunidades, y de que todo es parte de un sistema integral de verdad, justicia, de reparación y de no repetición. Pero, ¿qué significa la impunidad o la justicia, más allá de una condena penal carcelaria? Tal vez como escuché a esa madre, que expresó que no hacer nada es “morirnos en vida”, “la justicia es saber la verdad, es poder encontrar los restos, para poder descansar, porque para qué les sirve la cárcel a los victimarios y a los beneficiarios, si guardan silencio y prolongan nuestro terror, nuestro dolor y nos siguen matando en vida, tal vez, no estén ni enterrados, tal vez en las entrañas de algún cocodrilo, tal vez en algún horno fijado al metal, tal vez en cualquier bosque, entonces por lo menos debemos saber, qué hicieron con ellos, para descansar en paz, o un poco mejor, la cárcel no humaniza, mantiene la impunidad, silencia”.