El culpable del uribismo soy yo

foto foto

[audio mp3="https://www.contagioradio.com/wp-content/uploads/2019/08/Audio-Columna-la-verdad.mp3"][/audio]

La guerra no regresó. La guerra simplemente nunca se fue. Cuando estuvimos más cerca de expulsarla de nuestra vida nacional, cuando las vidas lisiadas dejaron de entrar al hospital, los cuerpos al cementerio y las mentes se embarazaron de sueños, Fernando Londoño, hombre de retórica incomparable, pero responsable político del fracaso del acuerdo de La Habana, hizo una sentencia temeraria que muchos tomaron por broma… no, las palabras nunca son bromas cuando se dicen con una intención que romperá su crisálida y desplegará alas de poder político… unos creyeron que era una pataleta, pero en cambio otros, sabíamos que hombres como él, son personas muy serias que saben lo que dicen y por eso pasamos saliva cuando aún estábamos cansados de celebrar el posible fin de las hostilidades.

Vea: las ciudades seguirán intactas, la vida promedio de aquel que hoy se halla envuelto en el inmediatismo informativo no cambiará. No se preocupe por el viaje a su finca, que de seguro la tropa estará con el dedo arriba observándole pasar. Usted, recién indignado, no tiene de qué preocuparse. Hace mucho que la violencia viene escalando en el país; y si se fija en sus zapatos, notará que esos vestigios color vino tinto, típico de la sangre seca, ubicados en alguna región del labrado de su suela, caerán con la próxima lluvia y sus quimeras. Usted no se preocupe, póngase cómodo, dele play a la serie que viene, que así las horas pasarán desapercibidas mientras otros luchan las guerras.

Es muy triste estar en medio del mar y saber que pronto se morirá de sed; es muy triste observar cómo para unos un puñado de sujetos armados es más indignante que una masacre de cientos de líderes sociales. La verdad muere con el inicio de las guerras, la memoria se sostiene al borde del abismo, tambalea y amenaza con caer. Giran los dedos índices hacia todas partes, se acepta que la masa votante sea estúpida y se culpa a los guerrilleros de ser jefes de la campaña del uribismo, dando por hecho que los votantes, definitivamente siempre serán estúpidos y que es mejor culparnos en un cuarto lleno de espejos, antes que romperlos y salir corriendo… pero… romperlos haría un reguero impresionante, al final, ¿quién quiere 7 años de mala suerte?

Qué dirían nuestras lágrimas si tuvieran voz para cantarnos ¡culpable el Uribismo y su corona de trizas! ¡culpable la guerrilla que no quiso bailar el reggaetón de la paz! Bienaventurado el yo, que siempre sale invicto, que nunca tiene culpas, que solo señala ¿Si el uribismo sigue en el poder, es culpa de sus enemigos? ¿es la guerrilla la que sostiene al uribismo?

Si el tiempo es nuestra carga, entonces vivir será un reto, pero no es válido dar por hecho que la gente es estúpida y regocijarnos por ello culpando del uribismo a guerrilleros que andan lejos. Vivir sin riesgo siempre será peligroso, por eso mejor culpar a la guerrilla de subir al uribismo, mientras se observa el cuadro inmóvil de la memoria cayendo al precipicio. Aceptar que el uribismo es grande por sus enemigos, es una raquítica tesis propedéutica del marketing político, que no permite ver lo pequeños que aún somos. El uribismo no sube y baja por culpa de la guerrilla, él sube como la marea en Tumaco y baja como un ocaso eterno de los llanos exclusivamente por nuestra falta de cultura política, por nuestro desprecio de la historia, como día Fuentes, por la falta de imaginación para tener al pasado con vida, al futuro con vida, por aceptar la realidad como el residuo de lo posible. debajo de la capucha del verdugo que solo señala, se halla el demonio mas bello de todos: el yo, ese yo imbatible, perfecto, que dispara flores del color de sus lágrimas y jamás mata con la palabra; el que condena y nunca libra las guerras, porque es cobarde, porque le dolería volverse ceniza aunque se para nacer de nuevo. Triste es la continuación de la violencia, porque de ella, todo puñal expulsa contra un cuerpo que yace muerto y se llamaba, se llama y se llamará, la verdad.

Ver columnade opinión de Johan Mendoza