El ecoturismo como posibilidad

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[Foto: Ecoturismo Estratégico]
[Por: Mateo Córdoba - @DurkheimVive]
[7 Dic 2016]

“Las Farc no dejan las armas para pasar hoja de vida en Bancolombia o empeñar sus noches buscando el producido del taxi” decía contundentemente un amigo. Así pues, en La Habana el comandante Pablo Catatumbo ha sido insistente en el deseo de los futuros excombatientes por ganarse la vida sacando adelante proyectos productivos en el campo.  En ese marco, la palabra ecoturismo ha cobrado vida, y con ella la necesidad de hacer ciertas claridades a partir de revisar experiencias de ecoturismo que algunas lecciones tienen para dar. A continuación expondré brevemente tres experiencias de las cuales se pueden sacar importantes aprendizajes:

En el Amazonas ecuatoriano, el ecoturismo ha sido parte de un modelo de conservación de los ecosistemas de manera sostenible. Dicho proyecto, y su respectiva rentabilidad, fue puesto en manos de las comunidades indígenas, garantizando una administración local de una actividad económica rotundamente ligada a territorios y poblaciones específicas. Sin embargo, el intercambio cultural, implícito en el desenvolvimiento del ecoturismo, nunca ha sido simétrico y, por ende, la cultura visitada, en este caso la comunidad indígena Shuar, ha tenido que alterar sus valores y costumbres para que el encuentro no deje de ser lucrativo y aceptable. Lo anterior, a partir de la necesidad de erradicar todas las condiciones culturales que puedan generar choques socio-culturales irreconciliables que puedan afectar el éxito del ecoturismo. La falta de una institucionalidad fuerte alrededor de la actividad ecoturística, que arropase culturalmente a la comunidad administradora, tiene a la etnia Shuar con trabajo, pero al borde de la desaparición como cúmulo de tradiciones y significados propios. Si bien el intercambio cultural como consecuencias del turismo ecológico no es siempre depredador de grupos étnicos y culturas ancestrales, es un asunto a tener en cuenta reconociendo la diversidad cultural y étnica presente en las filas de las FARC.

Por otro lado, en el año 2008 el Estado boliviano lanzó una campaña para la conservación de los valles secos andinos en Cochabamba, el hogar de la paraba de frente roja –Ara rubrogenys–, ave endémica de Bolivia que se encontraba en ‘peligro crítico de extinción’, el grado más alto de amenaza para una especie. La paraba de frente roja llegó a estar al borde de la extinción por ser un blanco predilecto de la caza y la venta ilegal de especies silvestres en el país, además de su utilización como mascotas. La iniciativa promovida por el gobierno boliviano, entre otras, determinó la administración comunitaria de unas áreas de conservación delimitadas. Territorios que con el tiempo se han constituido como observatorios concurridos por investigadores norteamericanos y europeos buscando contemplar aves endémicas en su medio natural. Entonces, la iniciativa fue puesta en manos de pobladores del territorio que, tras un proceso de pedagogía y concientización, tomó el lugar de cuidador y guardián del bosque y el ave, que llegó al lamentable número de mil ejemplares por cuenta el tráfico de pichones. Hoy en día se estima que esta especie va rumbo a la recuperación de su población y así lograr salir de la lista de especies en peligro crítico de extinción. La sostenibilidad de este proyecto contó con la capacitación de la comunidad en materia de gastronomía y hotelería, la construcción de un albergue para turistas y la posibilidad de pasar dos días gratis en el albergue si ofrecen dos días de servicio gratuito a la comunidad. La solvencia económica, promovida por una repartición adecuada de los dividendos de la actividad ecoturística (25% para la comunidad y 25% para la reserva), ha sido crucial para el fortalecimiento de dicho proyecto que logró salvar de la extinción a la paraba de frente roja.

En tercer lugar, en 1948 Costa Rica decidió, con la democracia como método, eliminar el ejército nacional y trasladar buena parte del presupuesto liberado a la reforestación una gran extensión de sus territorios que habían sido acaparados por el cultivo irresponsable de banano y piña. La buena gestión en la recuperación y la conservación de la biodiversidad endémica le valió el apodo de “el país más verde del mundo”. El éxito del ecoturismo en Costa Rica se debe a una clave fundamental: competitividad. Sin embargo, la competitividad no entendida como la mercantilización de los bosques y ecosistemas a manera de feria, sino como la constitución de destinos de manera sustentable, comprendiendo estratégicamente que en la actualidad las buenas prácticas ecológicas son un plus importante cuando el turista decide su rumbo.

Eso hizo Costa Rica, estructurar toda una infraestructura institucional y comercial que ahora le permite ser un referente mundial en el campo ecoturístico. Dentro de las buenas prácticas costarricenses de las que se puede aprender, la fundamental es que no hay ecoturismo que sobreviva de la retórica ambientalista y la sacralización comunitaria. En el país centroamericano se integró como eje central la sostenibilidad ambiental en el Plan Integral de Desarrollo Turístico 2002-2012, que ahora se ha prorrogado. Además, la construcción de un sistema nacional de Certificación para la Sostenibilidad Turística(CST) –del Instituto Costarricense de Turismo, ha obligado a los sectores privados inmersos en la actividad a turística a comprometerse con la conservación de la biodiversidad, impactando positivamente en la competitividad de Costa Rica como destino ecológico, llegando a doblar el número de visitantes en menos de diez años. El ecoturismo como política de Estado y como fortalecimiento técnico y estratégico del destino.

El motivo del recogimiento de estas tres experiencias, que no son las únicas en Latinoamérica, no es para copiar una u otra, sino para aprender de cada una y poder garantizar una vida digna para miles de guerrilleros que deponen las armas de buena fe, asumiendo la creación de proyectos productivos rurales y ecológicos en función de la paz territorial. El ecoturismo es una opción concreta, realista y necesaria. Posibilita la soberanía económica a comunidades habitantes del territorio, salva especies en vía de extinción y permite la construcción de una actividad económica muy rentable para los países que sepan acompañar responsablemente el proceso. Todo lo anterior como puntos a tener en cuenta para que el ecoturismo del posconflicto colombiano no se convierta en una actividad quimérica que se lleve a cabo sin las comunidades, en detrimento de la biodiversidad y sin sostenibilidad fiscal.