ELN: La unidad de mando y la tregua

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Foto: ELN Colombia

[Por: Mateo Córdoba Cárdenas]

[Se acabó el cese al fuego bilateral entre gobierno y Ejército de Liberación Nacional (ELN). Con algunos incidentes se terminaron 3 meses que significaron la primera ocasión en más de 53 años en que Colombia acariciaba la realidad de vivir sin enfrentamientos entre la fuerza pública y la insurgencia, con sus respectivos efectos colaterales sobre la sociedad civil. Meses que merecieron más entusiasmo del país. 101 días que hoy, con el fin del cese al fuego, son el recuerdo de una pausa que le dio un respiro a territorios que nunca habían vivido una noche sin el sonido de los fusiles.]

Desde antes de que el ELN llegara a Quito para iniciar las negociaciones con el gobierno se levantaron voces de todos los sectores, y con todo tipo de intenciones, a poner en tela de juicio la unidad de mando de dicha guerrilla. Para muchos, esa iba a ser la gran amenaza de la mesa de diálogos, ya que la delegación elena en Quito, decían, no representaba al conjunto de la organización. El primer paso fue la liberación de Odín Sánchez, aquel episodio –que destrabó la instalación de las negociaciones en febrero de 2017– dejaba ver que, en contravía del escepticismo generalizado, la dirigencia del ELN sí tenía el control de todos sus frentes, incluso a pesar de las palabras del Comandante Uriel, que en medio del acto de liberación de Odín se declaraba escéptico frente a negociar con el gobierno y anunciaba que esa guerrilla seguiría secuestrando y reclutando. Los medios de comunicación y opinadores del país no cesaron de afirmar que el ELN tenía problemas de cohesión interna y que el Frente de Guerra Occidental no estaba de acuerdo con la directriz del COCE de negociar en Quito. (Ver: 4 propuestas para destrabar la mesa ELN-Gobierno y reanudar cese bilateral)

Antes eran alias ‘Pablito’ y el Frente Domingo Laín los que alimentaban ese mar de elucubraciones en torno a la unidad de mando en el ELN. Que Pablito tenía un ejército autónomo en Norte Santander y Arauca, que Pablito era el dolor de cabeza de la organización, que el COCE no sabía qué hacer con ese frente, artífice de la gran mayoría de ataques del ELN a la infraestructura petrolera, etc. Resultó que Pablito no sólo seguía la línea de la guerrilla, sino que fue integrado al Comando Central en el 2015 como resultado del quinto congreso de los elenos, evento en el que además se definió la voluntad unánime de esa guerrilla para explorar la negociación del fin del conflicto con el gobierno.

[Fueron necesarios ocho meses de negociación en Quito para que el gobierno accediera a pactar un cese al fuego bilateral. “Con las FARC negociamos en medio de la guerra, el cese fue lo último de La Habana” decía Santos, justificando su negativa a la tregua con el ELN. Finalmente, y tras mucha insistencia de la sociedad civil y la misma guerrilla, el 1º de octubre iniciaron los primeros 101 días, en 53 años, sin guerra entre guerrillas y Estado. De nuevo surgieron esas voces que ponían en tela de juicio la unidad de mando en el ELN. Ahora se decía que el Frente Cimarrón se había radicalizado, que la dirección del Frente de Guerra Occidental no iba a acatar la orden de cesar el fuego, que en el Chocó los elenos se estaban saltando todas las normas del Mecanismo de Verificación y Monitoreo, etc. Hubo incidentes y errores, por supuesto, como el asesinato del gobernador indígena en el Alto Baudó. Errores que el ELN aceptó y lamentó en boca de la misma dirección del Frente Occidental, esa que para los medios de comunicación se había apartado de la línea del Comando Central.]

Mientras se volvían a activar las voces incrédulas respecto a la cohesión del ELN y la imposibilidad de mantener unidad como guerrilla en medio de una tregua, el mismo Frente de Guerra Occidental reconocía su error, se ponía a disposición del Mecanismo de Monitoreo y Verificación y construía espacios de diálogo con las comunidades del Pacífico para fortalecer las audiencias que se realizaban en Tocancipá con la sociedad civil. Al gobierno eso no le gustó y, además de no haber movido un dedo por las audiencias preparatorias con la organizaciones sociales, rompió los protocolos del cese al fuego y saboteó las jornadas de encuentro que había preparado el ELN con la sociedad civil, sin armas, a orillas del San Juan.

El ELN llegó con unidad de mando al cese al fuego bilateral, llegó planteando que tenía que ser una tregua de largo aliento y que el alivio humanitario para las comunidades tenía que materializarse. Pero la unidad de mando en una guerrilla no es, ni puede ser, a prueba de todo. El gobierno pretendió que la cohesión del ELN se tradujera en una pasividad y un hermetismo de las filas de la guerrilla por orden de la delegación de Quito. Y no, así no pasó con las FARC y mucho menos sucederá con el ELN. El argumento de la unidad de mando no puede seguir siendo el as bajo la manga de los medios de comunicación y los opinadores para torpedear el ambiente de la Mesa de Quito, fundamentalmente porque ya en varias ocasiones dicha insurgencia ha demostrado control en la dirección de todos sus frentes. Los incidentes y errores son eso: incidente y errores, no instrucciones ni directrices de los frentes. Son episodios que no deben sacarse de contexto para proponer que existe alguna disputa al interior del ELN.

La policía asesinó a 7 campesinos en Tumaco y los elenos se mantuvieron en la mesa de negociaciones. El trato de guerra a la movilización sociales siguió intacto y el ELN se mantuvo en la mesa de negociones. La Armada Nacional rompió los protocolos del cese y metió buques en zonas en que la guerrilla –sin armas– mantenía diálogos con las comunidades y, sin embargo, el ELN se mantuvo en la mesa de negociaciones. Superados tantos incidentes, esa guerrilla retoma acciones militares tras finalizar el cese al fuego y Santos decide levantarse de la mesa. Lo anterior tiene dos posibles significados: o el gobierno entendió que negociar en medio de la guerra tiene un precio muy caro (a diferencia de lo que pensaba hace 3 meses), o prefiere enfrentar las elecciones sin el costo político propio de arar la paz desde el gobierno. Lo primero requiere un nuevo cese al fuego que el ELN está dispuesto a pactar, lo segundo es dejar a su suerte a las comunidades más afectadas por la guerra.

¿Retomar acciones militares fue una torpeza política del ELN? Ese es un debate inútil cuando la posibilidad de retomar el cese al fuego bilateral está al alcance de la mano. La sagacidad política es un meta-relato inaccesible para una organización con 2000 hombres y mujeres en armas, rodeados de paramilitares, disidencias de las FARC y provocaciones oficiales. El gobierno tiene sentado al ELN en Quito dispuesto a darle un nuevo aliento al cese al fuego, uno distinto, por supuesto, un cese que no suponga que el Ejército pueda pasear sus fusiles y sus buques en las narices del ELN esperando delicadeza y abnegación de parte de la guerrilla. Un nuevo cese que le quite los sesgos al Mecanismo de Monitoreo y Verificación y, en últimas, un nuevo cese que consolide el alivio humanitario para la gente y los territorios. Que Santos nos deje ver a Gustavo Bell y su equipo en acción. En caso de ser cierto que el error es del ELN por retomar acciones militares, el gobierno tiene todo en sus manos para sacar a esa guerrilla del “error” y la “torpeza”, y encaminarse de nuevo hacia una tregua que, dicho sea de paso, sería el tesoro más preciado de cara a las elecciones que vienen en camino.