Vaya por delante que lo de héroe o heroína no es un concepto que me entusiasme demasiado, en el sentido que supone destacar a un individuo por encima del colectivo. En mi opinión es el colectivo el que debe ser actor de sus propios logros sabiendo compartir penas y alegrías y fomentar el cuidado y la igualdad entre todos. Pero bueno, una vez elegido este tema no voy a echarme atrás a las primeras de cambio sino que voy a tratar de explicar qué pretendo al referirme a la cuestión de los héroes.
En primer lugar no está demás dar una pequeña definición del concepto. A grandes rasgos entendemos que el héroe es aquel que por su propio esfuerzo y habilidad obtiene un logro, una cbeneficio para una mayoría. Alguien que es admirado por lo que consigue. Suele decirse además que los héroes son modelos de conducta, ideales a seguir para los más jóvenes.
Antiguamente los héroes eran por lo general guerreros, que luchaban por un bien común, por el bien de los suyos, su comunidad, su país, etc. En nuestro mundo actual los héroes de los jóvenes han cambiado bastante. Por el momento ya no se trata de héroes locales sino que globalizado el mundo, globalizados también los héroes, dejando en nada lo que pueda conseguir un paisanito local. También ha cambiado bastante esa idea de alcanzar un bien para una mayoría, parece que lo único que se mantiene en comparación con los héroes pasados, es la admiración y el “me gustaría ser como” que sentimos por los héroes modernos.
Adviértase que hablo en general de hombres porque vivimos en un mundo ostensiblemente masculino y cuidadosamente machista. Discúlpeseme pues, el no entrar en el lado femenino de este asunto ya que merecería un artículo aparte. Así y siempre generalizando bastante, decimos que los jóvenes de hoy quieren ser como los actores o los futbolistas del momento. Son estos los que marcan tendencias con sus actuaciones frente a la cámara o sobre un campo de fútbol. Los futbolistas acaparan los focos de atención cada semana en las ficticias batallas por la gloria que el futbol depara cada domingo. Especialmente admirados, aquellos que marcan goles y dan la victoria a sus equipos. Toda la juventud imita sus celebraciones, sus gestos, también sus peinados, su vestimenta, sus opiniones,. Los actores además tienen la suerte de poder cambiar de personaje en cada actuación y ser indistintamente policías, gánsters, románticos bailarines o atractivos presidiarios. Dan mucho juego.
El futbolista y el actor tienen en común que representan una ficción y en ella se erige su grandeza. Ambos juegan, uno con la pelota otro con el vestuario, ambos a fin de cuenta sólo trabajan para una cosa; entretener al público. Por supuesto en común tienen también la fama y la condición de millonarios. Es a esto último a lo que en definitiva, aspiran nuestros niños. Esos son los logros, las aspiraciones que la sociedad acepta con unanimidad.
Entonces y a fin de cuentas, ¿a qué valores estamos dando predilección? Yo soy el primero en admirarse con las caras de Pacino o los regates de Ronaldinho pero ¿son esos modelos para una sociedad? En mi opinión, la palabra héroe se ajusta mejor a valores como sacrificio, humildad, esfuerzo y convicción. Y me viene a la mente mucha gente anónima como los brigadistas internacionales que llegaron a España a combatir el fascismo o las mujeres que hoy en Kobani cuidan de sus pequeños al tiempo que luchan contra el fanatismo religioso. O los 43 de Ayotzinapa que estudiaban para educar a los campesinos pobres de México. A tantos y tantas que luchan por los derechos de todos los demás. Ese esfuerzo no se paga con millones porque no tiene precio. Ese trabajo es el que realmente puede inspirar a nuestros jóvenes para conseguir un mundo en el que los héroes no sean necesarios