Foto: El Pueblo
[Carolina Garzón Díaz](@E_vinna)
En memoria de quienes han sido asesinados por defender los derechos humanos
El informe más reciente de Amnistía Internacional se tituló “Defender derechos humanos en las Américas: necesario, legítimo y peligroso”, una titulación acertada. Efectivamente, las cifras y las historias coinciden en que la defensa de los derechos humanos en los países de América Latina se ha convertido en una labor de alto riesgo para quienes la ejercen y para sus familias. ¿Por qué son tan vulnerables los defensores y defensoras de DDHH? ¿Cuáles son los retos que enfrentan cotidianamente?
La Organización de Naciones Unidas define como defensor de derechos humanos “a la persona que, individualmente o junto con otras, se esfuerza en promover o proteger esos derechos”. Esta labor desarrolla desde la publicación de la Declaración Universal de los derechos humanos en 1948 y es la opción vital de cientos de hombres y mujeres en el mundo. Sin embargo, su trabajo se ha convertido en blanco de sectores que, por razones económicas o políticas, han visto truncados sus planes de poder, monopolio y/o aumento de su propio capital a costa de la vida de millones.
El riesgo para las personas defensoras de DDHH en Latinoamérica es constante y se agrava en contextos de conflicto armado, narcotráfico, guerras territoriales, abuso del poder y desarrollo de megaproyectos. Como señala Amnistía Internacional: “Ciertos grupos de defensoras y defensores son especialmente vulnerables a sufrir agresiones, incluidos quienes defienden derechos humanos en relación a: la tierra, el territorio y los recursos naturales; los derechos de las mujeres, las niñas, las personas LGBTI; y los derechos de las personas migrantes.”.
El pasado 21 y 22 de enero, durante la “Consulta Regional sobre políticas públicas para la protección y reconocimiento de personas defensoras de derechos humanos y la elaboración de una ley nacional modelo”, más de 40 defensores y defensoras de DDHH de Latinoamérica señalaron que la criminalización, las amenazas, la difamación, el homicidio, los secuestros y la violencia de género, son los mayores problemas que enfrentan los defensores de DDHH. Dentro de los hostigamientos sobresalió el uso del sistema judicial para intimidar y reprimir la defensa de los derechos humanos.
En el caso de Colombia, el Programa Somos Defensores registró en el año 2013 más de 70 casos de defensores asesinados y más de 200 amenazados, y en el primer semestre de 2014 al menos 30 fueron víctimas de homicidios y más de 100 recibieron amenazas. Sin ir más lejos, mientras escribo esta columna está siendo sepultado Carlos Alberto Pedraza, un joven defensor de derechos humanos integrante del Congreso de los Pueblos y el MOVICE.
En todo el continente los defensores de DDHH tienen claridad sobre las agresiones que sufren y en la mayoría de los casos han identificado a sus responsables; sin embargo, otra trágica constante en la labor de los defensores es la desprotección estatal. Los Estados no han generado mecanismos para proteger y promover la labor de defensa de los DDHH, además, no ha sido eficiente en la investigación de los ataques en su contra. La impunidad en los casos de agresiones contra personas defensoras de derechos humanos es prácticamente total. A esta situación se suma la ausencia de medidas prevención de nuevos ataques.
No es fácil la situación que viven las personas defensoras de DDHH en Latinoamérica, y el panorama no es distinto en África, Asia y Europa. Por ello la invitación es a conocer más sobre esta labor, respetarla, hacerla valer, participar en ella, denunciar los ataques en su contra y especialmente entender la importancia de la defensa de los DDHH en la construcción de una sociedad justa y democrática.