Foto: El Universal
Opinión-Fernando Barrios Pérez
Triste sería llegar a un hospital sin esperanzas, casi sin fuerzas, moribundo. Lamentable aún con esperanzas llegar al mismo y no encontrar otra cosa que las camillas empolvadas, una sala vacía y ningún médico a disposición. Por desgracia, le digo que esto pasa, aquí, en nuestro hospital, el hospital del pueblo.
El Hospital Universitario del Caribe, el Gigante de Zaragocilla, como ha sido nombrado por los nativos de la ciudad de Cartagena de Indias, se ha constituido como uno de los mayores centros de referencia de atención en salud de la región. Por sus pasillos y habitaciones, quirófanos y secciones han transitado durante décadas las vidas y esperanzas de la población cartagenera y bolivarense. Han sido reparados desde hígados hasta riñones, piernas rotas y corazones, provisionando a la gente, su gente, de la salud y el bienestar que de él han demandado. Los médicos, sus guardias, las enfermeras, sus centinelas y los estudiantes, los arlequines del saber, han merodeado como ánimas celosas cada uno de sus rincones disponiendo con entereza de su tiempo y vocación prestando a quien requiera sus habilidades curativas. Ahí está el gigante, inmune al tiempo, enraizado sólidamente sobre el suelo cartagenero, sintiéndolo propio, cuidando de sus gentes a sol y viento, brillando entre los contrastes de la ciudad, resistente a la debacle de un tiempo remoto cuando tuvo que cerrar sus puertas por su crisis interna. Ahí continúa, renacido, con las secuelas del suceso, ya marcadas, ya impregnadas, ya visibles, ahora vivas, más tortuosas, más sentidas.
Un hospital de alto rango que abrió hacia el 2006 nuevamente sus puertas para seguir cumpliendo con su misión de velar por la salud de la comunidad, al que reingresaron sus actores con la voluntad intacta y expectativas enfocadas en un futuro próspero, por segunda vez, ahora con mayor gravedad, recae en estado crítico. Hoy no hay camas, no hay suturas, no hay vendajes ni morfina, no hay tabletas. No hay radiografías, ni glicemias. No hay nada. No se reciben pacientes en la urgencia como antes, no hay cirugías programadas por falta de ropa limpia, no hay ingresos ni evoluciones. Y, aun así, las directivas putrefactas e interesadas nos engañan con artimañas ridículas y sin fundamento. No gestionan, no producen, no razonan, no hacen nada. Solo nos jactan de falacias a través de los medios parcializados de la prensa y la radio local. Pero, si todo marcha normal como estas dicen ¿por qué la realidad es otra, por qué un hospital desahuciado? ¿por qué lloramos nosotros, los estudiantes, residentes y pacientes, muertos de impotencia y de ira al ver qué tan lejos ha llegado la avaricia de unos cuantos? ¿por qué divagar en las sendas del paseo de la muerte? ¿por qué la indolencia de gerentes y EPS? ¿por qué dejar que el gigante, como otros gigantes, se desmorone de a pedazos? ¿por qué la maldita recua de ladrones de cuello blanco?.
Una verdad irrefutable, es que no hay batalla en que se pierda si no hubo lucha de por medio. Luchar, armarse de valor, aun inermes de todo medio físico, pero con el escudo infranqueable del argumento y las justas causas, impávidos, desprovistos de todo temor y represión. Luchar porque es justo, luchar por lo suyo, luchar por lo que nos pertenece y sin embargo arrebatan. Una lucha en la que el arma es el buen criterio, en la que el campo de batalla es la calle y el ejército el pueblo que clama. Una lucha válida, necesaria, obligatoria: una lucha por nuestro hospital. El hospital se nos muere, el hospital nos llama. La lucha es de todos; es del amigo y el hermano, del padre y del hijo, del tendero y del empresario, del portero y del vecino. Lucha que no se sustenta si no marchamos unidos. Peleemos por nuestro hospital que tan bien nos infla el pecho, nos sana, nos recibe, nos representa e identifica. Luchemos por el derecho a la salud y la dignidad, por la educación pública y la equidad social. Luchemos ahora, que de poder estamos llenos. No repitamos la historia. Luchemos contra las mafias y contra la oligarquía. Luchemos, porque el Hospital está en crisis gracias a terceros atiborrados de corrupción y completamente indiferentes. Luchemos porque es la voz del pueblo la que habla y la que impera. Asumamos esta batalla como nuestra. Luchemos, ahora luchemos. Luchemos todos por el gigante.