Las conversaciones en La Habana avanzan por supuesto, sin las concesiones debidas para resolver causas estructurales que no son solo políticas sino económicas, pero andan.
Las últimas semanas han estado marcadas por la presencia de victimas diversas en La Habana que de frente a los delegados del gobierno y de las FARC enunciaron sus verdades, en una experiencia fraterna y respetuosa entre ellas, una demostración clarisima de que existen más posibilidades de reconciliación que la que existe en los sectores del poder guerreristas. A este hecho inicial se sumó la creación de la Comisión de Esclarecimiento, la única aceptación de fondo con limitantes de Santos a las FARC y el diálogo de un alto militar activo con esta guerrilla en La Habana.
De lo primero es claro que sobre los puntos uno y dos del Acuerdo General, hay salvedades, aspectos de discordancia que no se han resuelto. Esas salvedades coinciden con aspectos que el ELN viene planteando para sentarse a conversar, asuntos del modelo económico y lo ambiental. Si estas salvedades se asumen y se logra algún tipo de acuerdo sobre las mismas, se iniciarían conversaciones con el ELN y definirán la posibilidad de cimentar un proceso hacia la paz resolviendo asuntos de exclusión y de injusticia social y ambiental. Si el forcejeo es desfavorable, se acordaría una simple favorabilidad política, la que seria menos costosa para el establecimiento.
De lo segundo, el asunto de las víctimas hay que decir que se reflejaron varias verdades. Ninguna victima descalificó a otra. Se identificaron en el dolor, en una tragedia común, que les ha atravesado y en el deseo de una paz con justicia. Por eso, cayeron muy mal los mensajes de twitter de la agraciada ganadera María Fernanda Cabal, con su epítetos uribistas descalificando a una víctima de la guerrilla. Es decir, la víctimas demuestran la grandeza que dan los principios de la ética de la vida, de la verdad y la libertad. Si no reconocemos, si no repetamos ni honramos el dolor del otro, sin asumir nuestro pasado, el presente y el futuro será repetición
Algo que aparentemente es desapercibido es que la criminalidad de Estado fue inocultable, Más allá de las presiones y agendas mediáticas, quedó a la luz, que por más esfuerzo que se haga de tapar, hay una verdad real, las victimas no han sido solo de las guerrillas, ni de las FARC ni del ELN, y lo significativo es que en el entramado más negado y oculto se encuentran las victimas de Estado. Un asunto no menor, en un país, absolutamente conservador, generoso siempre en creer en sus instituciones, y no menor porque estamos ad portas, si hay ingenio y creatividad de reconocer el tipo de Estado en que hemos vivido.
Esas verdades negadas son parte de los miedos que atormentan a Uribe, que pasean en la conciencia de Ordoñez, pues cuando no han sido beneficiarios de la misma, han sido sus instigadores. Miedos en millares de altos mandos militares y policiales, en sectores políticos y económicos que han protegido o acumulado su riqueza y poder con la violencia oficial. Esas verdades dichas desde las victimas muestran el talante de la clase dirigente colombiana, que incluso ha usado a los propios militares en beneficio propio, y tal como lo revela ayer la revista Semana, en una entrevista al hacker Sepúlveda. Ese núcleo duro de extrema derecha es lo que hará más dificil llegar a acuerdos.
La presencia de un general activo en conversaciones para el asunto del cese bilateral y de dejación de armas con la delegación de las FARC es histórica y no tiene nada que ver con el honor o la deshonra, tiene que ver con asuntos técnicos, quiénes hacen la guerra, en el modelo de guerra institucional o en la guerra de guerrilla deben compartir sus análisis para ver esa posibilidad de como se pacta un cese de hostilidades, pero también, para ambas partes de otras prácticas de su financiación, entre ellas, el tráfico de drogas en el que unos y otros se han beneficiado. Esos asuntos, al expresidente Uribe, le incomodan no por lo ético sino por sus intereses.
Pero los asuntos militares son más de fondo, la Comisión de Esclarecimiento y la eventual Comisión de la Verdad, deberá en la dinámica de reconocimiento de responsabilidad con las victimas identificar que la doctrina de seguridad nacional, la del enemigo interno, les llevó a torturar, desaparecer, asesinar, masacrar, y crear estrategias paramilitares, y operaciones encubiertas como Andrómeda y los hacker al estilo Sepúlvedas, que hoy persisten.
Es plausible en este sentido el propósito de conversaciones de Piedad Córdoba y de algunos integrantes de Colombianas y Colombianos por la Paz, escuchar a militares condenados es un un buen síntoma, no exento de riesgos para la vida de los que la hagan, pero clave para dar solución a este tormentoso conflicto armado. No es un asunto solamente político, escuchar a los que han sido parte de la guerra, comprender su papel es un primer paso para buscar salidas, salidas sobre la base de la verdad.
Es por eso que a Uribe, a la clase dirigente y a no pocos sectores, estos acercamientos de las victimas y entre las victimas, la comisión del Esclarecimiento, las conversaciones con militares aquí o en La Habana, les incomodan. Muchos de ellos, si no todos, los mandatarios, los políticos, empresarios e iglesias, se han beneficiado de un polo de la guerra, la guerra a nombre del Estado contra amplios sectores de la sociedad que creen que es necesaria una democracia incluyente. Y esas verdades, así no lo quieran los que dialogan ni los medios de información está saliendo a flote. Las víctimas en La Habana han reflejado muchos dolores e infamias, pero nos están permitiendo descubrir que la verdad de la violencia es más que la violencia guerrillera, que es algo aún desconocido para nuestras nuevas generaciones. Son las verdades y otros demonios lo que es necesario saber.