[Foto 15 M]
[Por Eleuterio Gabón ]
Hace cuatro años la primavera en España irrumpió con una fuerza inusual. Bien es cierto que por estos climas las estaciones se suceden con gran contraste; del calor del verano se llega a las lluvias de otoño y del clima templado de éste surge el frío del invierno. Puede que el contraste mayor, o tal vez el más esperado, se produzca con la llegada de la primavera, cuando se produce el deshielo, cuando todo lo que se a guardado y cultivado secretamente en la época del frío sale a la luz y estalla irrepimiblemente en una diversidad de colores. Lo mismo que le sucede a la naturaleza en estas fechas ocurre con los sentimientos de las personas que se cosechan entonces, sean los que sean, tras el letargo invernal.
Sucedió aquel mayo de 2011 en ese contexto de la llamada crisis internacional, una de esas explosiones que traen cola. Hay quien dice que fue un despertar, una toma de conciencia, una puesta en movimiento sin marcha atrás. La gente asfixiada dijo basta y se dio cuenta de todo lo que había percibido, pero que había preferido ignorar durante muchos años. Hay que decir que una primavera así se prepara desde lejos, desde tiempo atrás. Hubiera sido imposible que tal demostración de fuerza, tantas ganas y tanta lucidez, hubieran salido a la luz sin una labranza previa. Ese fue el trabajo de las denuncias, las luchas y la resistencia de muchos grupos minoritarios que durante décadas habían estado peleando para que su mensaje fuera calando en la consciencia de la gran mayoría. Fueron los defensores de los derechos humanos, los anticapitalistas, los ecologistas, los solidarios y muchos otros, la mayoría de ellos marginados, quienes mantuvieron vivo un mensaje que terminó por expandirse en esas fechas.
Sucedió que tras aquel 15 de mayo, dos días después, la derecha reaccionaria, autocomplaciente y cruel como lo es la de este país, ganó las elecciones generales. Durante los cuatro años siguientes se trató de olvidar ese empuje de cambio hacia una nueva realidad, una nueva forma de organizarse y de convivir que ilusionó a tantos. Dijeron que fue un sueño. Para enterrarlo se puso en marcha toda la capacidad del aparato represor. No se concedió ni una sola da las demandas populares, el panorama social se plagó de recortes en derechos básicos; sanidad, educación, pensiones, ayudas, en los derechos de las mujeres y los migrantes. La denuncia se criminalizó con una ley llamada de seguridad y en general se aplicó la mano dura pensando que todo volvería a su antiguo cauce. No quisieron ver que el río daba avisos de desbordamiento.
Y esto porque durante los últimos cuatro años el empuje de la gente ha sido constante y han sido muchos los que han seguido trabajando en pos de un nuevo modelo. Los partidarios de los roles tradicionales se han visto descolocados tanto a izquierda como a derecha. La unidad popular de nuevo sello que bien puede verse representada en las marchas de la dignidad, que han recorrido el país en los últimos tiempos, son un ejemplo de ello. Esa unidad popular se ha visto reflejada en las últimas elecciones con un papel protagonista de las mujeres. Así, una activista antideshaucios se postula para alcaldesa de una ciudad como Barcelona desbancando a los rancios conservadores del nacionalismo catalán. Una jueza de pasado antifranquista derrota a una aristócrata, con título de “grande de España”, en el ayuntamiento de la capital del país. En feudos tradicionales de la derecha plagados de corrupción y que parecían irreductibles también ha irrumpido la fuerza de la unidad popular. Véase el caso de las alcaldías de Santiago de Compostela y A Coruña en Galicia o la de Valencia donde el modelo a lo mafia organizada ha caído después de 24 largos años.
El sistema democrático que parecía desahuciado ha servido para dar un duro golpe a los firmes defensores del “que nada cambie.” Muchos han sido los que han votado ahora por primera vez porque desde hace cuatro años las cosas ya no son como eran. Con todo, todavía no hay nada hecho aunque se ha hecho mucho. Veremos a ver qué pasa, el frío y los nubarrones siempre vuelven pero a veces hay primaveras que se prolongan en el tiempo.