Foto: Tomadas de internet
Por **Abilio Peña - ~~@~~Abiliopena
13 Feb 2017
[Empiezan a trascender en la vida nacional signos esperanzadores de una iglesia católica colombiana que eleva su voz a favor de las víctimas, la justicia y apoyo a los procesos de transformación social. Desde la invisibilidad de la hormiga en el compromiso evangélico y social las palabras de algunos obispos llaman las cosas por su nombre. Lo hicieron tomando postura ante la tibia orientación a la feligresía en el plebiscito de refrendación de los acuerdos entre el gobierno y las FARC-EP, donde se impuso el no, por escaso margen, tras las mentiras que los enemigos del acuerdo expandieron como pólvora por todo el país. También, en parte este mismo grupo, dentro de los que se encuentran Darío Monsalve, arzobispo de Cali, Oscar Alberto Sánchez, obispo de Tibú, Juan Barreto, obispo de Quibdó , se ha comprometido en la facilitación de los diálogos entre el gobierno y el ELN.]
[Llama la atención las posturas evangélicas asumida por el obispo de Jericó Noel Londoño y otros obispos frente a la minería. Así mismo la del obispo de Apartadó Alberto Torres, quien con voz profética rompió la historia de complicidades que por décadas vinculaba a sectores de su diócesis con el paramilitarismo que tantos crímenes y despojos ha provocado en la población de Urabá, el Bajo Atrato y Córdoba. En su reciente comunicado) (ver: habla de la legítima participación en política de nuevos movimientos y partidos que se constituyen tras el acuerdo de paz y de los crímenes que en razón de esa opción se vienen perpetrando en la región y en el país; del aumento del paramilitarismo en el área y llama al gobierno a que renuncie a los eufemismos para calificar estas estructuras “lo que todos reconocemos como paramilitarismo”; del silenciamiento a los reclamantes de tierras; del control de zonas para el narcotráfico y que se aprestan para la minería ilegal.]
[En este contexto se hizo pública, también, una carta de pedido de perdón firmado 400 católicos colombianos y 84 internacionales, entre los que se encuentran taxistas, amas de casa, empleadas del servicio domestico, teólogos y teólogas, sacerdotes, religiosas y profesionales de diversos oficios, y al que se siguen sumando virtualmente decenas de católicas de Colombia y del mundo. Da cuenta de la necesidad de expresiones claras, directas que alivien el peso que miembros de la iglesia, comprometidos con la vida, cargan. Sobre sus hombros recae un pasado y un presente de apoyo a la violencia: respaldo al partido conservador contra los liberales; persecución al partido comunista; bendición a las armas de militares implicados en crímenes atroces como los “falsos positivos”; negación de sacramentos a quienes pensaban diferente; compromiso de sacerdotes con el paramilitarismo.( ][Lea el resumen de la carta aquí.][ ][Lea la carta completa aquí).]
[Además de pedir perdón directamente a Dios y a las víctimas por todas esas graves responsabilidades, invitan fraternal, humilde y respetuosamente a la Conferencia Episcopal Colombiana a leer algún texto de pedido de perdón antes de la Semana Santa de éste año, también a celebrar un acto público de perdón en el que se invite miembros del partido comunista y liberales ofendidos históricamente. A su vez escriben al papa Francisco la solicitud de cerrar la diócesis castrense desde donde se han bendecido y exculpado tantos crímenes de militares, y piden al arzobispo de Bogotá sacar los restos del conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada de la Catedral primada, en razón de los cientos de crímenes de indígenas y el saqueo de oro que propició. Este símbolo radical de rectificación de comportamientos de los cristianos haría mucho bien a la conciencia colectiva de la nación y podría animar a otras instituciones y personas a hacer su pedido de perdón.]
Estos signos de esperanza encuentran en el papa Francisco razones para su afianzamiento, a pesar de las oposiciones que su postura, apegada al Evangelio ha provocado en la curia vaticana, como las que seguramente sobrevendrán en Colombia ante las decisiones audaces y evangélicas que se vienen tomando por parte de sectores del laicado, religiosas, sacerdotes y algunos obispos.