Palomas al agua

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Nunca ganó el NO en el plebiscito, ganó el engaño. “Según sentencia del Consejo de Estado del 19 de diciembre de 2016, se ejerció violencia psicológica sobre los electores, en especial con aquellos que votaron NO a la pregunta del Plebiscito; el señor JUAN CARLOS VELEZ, en su condición de gerente de la campaña del Centro Democrático CONFESÓ que la estrategia utilizada ante los ciudadanos de Colombia fue básicamente la exposición de mensajes que tergiversaron la realidad, y que conducían al miedo”. En realidad, el uribismo nunca ganó el plebiscito, sencillamente hicieron trampa y el Consejo de Estado ha sido claro. Las personas fueron engañadas.

¿Qué logras hacer con un cuerpo de millones de personas engañadas? Básicamente que salgan a la calle amenazando con “pelar” al que no piense como ellos, entre otras cosas.

Ahora bien, en este punto en que anda Colombia no se puede ser alcahueta con el engañado; en la teoría y en en la práctica el engaño fue su culpa; tampoco se puede aceptar que la gente está dispuesta al engaño sin determinar los errores que nosotros como sociedad crítica aportamos para permitir dicha disposición.

La actitud fácil de la izquierda intelectual y de muchos académicos, resulta en la construcción (con normas APA) de un estado psicológico político en el que todos son culpables “menos yo”; actitud que oculta el deseo del aplauso y de laureles sensatos amantes de la cobardía, cobardía oculta entre el terror de perder el estatus que se tiene en la sociedad burguesa que tanto critican; actitud responsable y muy loable de juzgar la agudización de la violencia a la vez que pasan por alto cuál fue su aporte en todo este desastre… claramente seguirán pensando que “ninguno”.

Ya he visto hoy, a muchísimos más indignados con un poco de locos armados, que con el mismo gobierno y toda su horda de fascistas criollos, cuyo marco teórico es su propio yo, a la vez que establecen estereotipos consumistas o mortifican el sentido de la literatura al mejor estilo de De La Espriella.

Ya se fue el problema del exterminio de personas a un segundo plano. Ya surgió un chivo expiatorio al que vamos a acusar de todo. Intelectuales supuestamente críticos hoy guardan equivalencia simbólica en la manutención del orden uribista. No son ni capaces de llamarse de izquierda, ni lo serán, por temor a que los confundan con los guerrilleros aislados en el monte. ¡Tanto así sea su miedo! ¡tanta así será su inutilidad! Por eso, los determinados fascistas criollos seguirán avanzando en la toma del poder político y cultural de Colombia.

El lenguaje del uribismo propuso un reto muy grande a la sociedad. Fue el inicio de la barbarie; el daño que hicieron con las palabras es incalculable, porque se instaló en la cultura. Por eso institucionalmente “no se ve”. Significó la permisividad para el mal trato, para ver en el adversario a un enemigo, para alimentar con odios las posibilidades de reconciliación… trizas, maldito papel, sicario, plomo es lo que viene, te pelamos, entregaron el país a esos hijueputas, etc. son ejemplos del inicio de la barbarie. Todo empieza por la palabra; fue la palabra de los líderes del uribismo la que permitió un señalamiento visceral contra el acuerdo de paz, fue y será la palabra el inicio de una barbarie… el inicio de toda resistencia.

Mas allá del embolate en el que andan los componentes de la reforma rural integral, las hectáreas nunca repartidas, el super catastro, los trámites de gestión de las zonas de reserva campesina, las circunscripciones de paz, la ley de regulación de la protesta social, los presos políticos que no soltaron, hay que reconocer que eran razones y primeras piedras para un conflicto futuro. Menos mal aprobaron el estatuto de la oposición, porque de lo contrario se podría decir que el Estado no cumplió con nada.

Claro, que condenen con fuerza a los que se aíslan en el monte, pero aún con más fuerza al uribismo que minó el acuerdo, porque ese tufillo de pacifistas, no le llega ni a los tobillos a lucha pacífica; de esa última sí que saben los cuerpos de los que son asesinados sin nunca tomar un arma.

De los proyectos productivos (de lo que más se habla) se le recuerda al más entusiasta e inmediatista habitante promedio de la virtualidad, que estos logros han sido producto principalmente del esfuerzo autogestionado de los excombatientes. Es necesario rodear estas iniciativas, impulsarlas, así sea para tener en la casa una vajilla con la cara de Tirofijo, o tomar una cerveza Roja comunista, o bien ofrecer algo más que críticas y estados tranquilizantes que salen con ese asqueroso maquillaje a decir “aquí no pasó nada, mi acuerdo no me lo quitan” mientras las masacres en el campo continúan.

Hacer apología a la guerra es una sin salida argumentativa, creo sin dudas, que la iniciativa y el anhelo de paz de la sociedad colombiana es inquebrantable. Pero esta es una confrontación de muchas décadas, no sobran los que pensarán que la guerra comenzó “por un capricho”.  ( le puede interesar: La paz no la detiene nadie, afirman excombatientes de FARC)

Aquí desde Fernando Londoño hasta Santrich, pasando por la manada de hipócritas que fueron a las zonas de concentración guerrillera como cual “visita al zoológico” a ver quiénes eran esos guerrilleros de las farc, para luego nunca regresar; pasando por quienes hicieron sus estudios, sus manoseos, les aprobaron la tesis y hasta luego; pasando por esa cantidad de oportunistas que terminaron, sin ser socialistas, copando los empleos que se tramitaron a través

del partido de la rosa; pasando por el descaro de los grandes medios de comunicación que cuando observaron todos los incumplimientos del Estado, no lo vieron “tan grave” y jamás hicieron escándalos ni llamaron tan vehementemente a defender el acuerdo; pasando por todos esos a quienes nunca importó, importa o importará la guerra, sino que viven presos de su estados emocionales, para ellos, y solo ellos estar en paz y armonía con el mundo, así este se desangre ante sus pies; pasando por todos esos quienes no se sentarían a hablar con nadie del partido de la rosa; pasando por aquellos intelectuales “críticos” que desautorizaron al unísono con los derechistas y sus mamertos, el uso de la palabra socialismo, afirmando como han intento desde 1991 “que estaba caduca”; pasando por esa oposición progresista que les decía a los del partido de la rosa “yo te apoyo pero entiéndeme que no me puedo tomar una foto contigo”.

¡Si! pasando por esa manada de gente sin cultura de paz y que ahora se visten de blanco, aún queda algo más para agravar la situación: varios exguerrilleros han vuelto a la guerra. Una guerra que la protagonizan hoy más de 4 ejércitos que caminan por el país. Guerra que no comenzó en agosto con el mensaje de Márquez, sino que ya venía calentándose, no solo con la compra de armas y uniformes, sino en la indiferencia de aquellos a quienes nunca les importó cómo iba el acuerdo, y que en las salas y comedores de sus casas comentaban que nos les convencía de a mucho ver a ex guerrilleros de las farc intentando hablar sobre política en el congreso, que se burlaron de los huevos que le tiraron a Timoleón en Pereira, que se indignaron porque ahora viajaban en camionetas o les estaban dando un “sueldo”…

Esos mismos que hoy, a la orden de los medios masivos, levantan las banderas ensangrentadas de un acuerdo que les tocaba la puerta desde hace rato y que se mamó de rogarles que lo miraran por voluntad propia y no porque Semana, El Tiempo, El Espectador, Caracol o Rcn lo dijeran.

¿Cómo dejar la responsabilidad de un claro fracaso del acuerdo de La Habana solo en lo último que acontece cuando hay un cúmulo de errores que bien podrían llamarse causas históricas de dicho fracaso?  No engañe… y ante todo no se engañe. La paz nunca fracasará, pero de la barbarie de hoy todos somos responsables. Por ello, “para la paz todo, para la guerra nada” es una frase cliché cuando no hay cultura de paz, cuando quien la dice le incomoda tener que aceptar que en Colombia existen comunistas, existen socialistas, existen feministas rojas, existe guardia indígena, existe guardia campesina, existen movimientos sociales cocaleros, existen mineros artesanales, existen animalistas… existe, en definitiva, esa gran diferencia que pasa la historia de sus días y sus noches, pidiendo que las palomas no caigan al agua, porque ellas, no saben nadar.

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