Foto: Contagio Radio
Por Camilo de Las Casas
1 Sep 2017
¡Esa es la reincorporación, involucrarse, relacionarse y reconocer una sociedad y en ella proponer y construir un proyecto de país.
Hay que evitar ser esquemáticos pero los rasgos dominantes de la sociedad colombiana arrojan a una trágica realidad: un cadáver insepulto sobre el que nos divertimos
Los colombianos, según encuesta del club de la OCDE, somos mayoritariamente distantes de los asuntos de los poderes institucionales o de la política. Somos parte de esa tendencia mundial indiferente sobre lo público, hastiados quizás de que en ese escenario las demandas sentidas no se resuelven, entonces mejor es cada quien haga por lo suyo. El bien común sentido de la politica ha derivado en la satisfacción de los apetitos individualistas.
Ese cádaver se revuelve de cuando en vez con el escándalo suscitando una reacción fogosa o la simple anuencia ante la criminalidad que los poderes han creado y desatado, y que por sus pugnas internas, a veces nos es posible conocer. Ese tipo de criminalidad se expresa en la violencia estatal, paraestatal y neoparaestatal, por nombrar algunas. O en dinámicas de corrupcción de sectores que ofician el poder ejecutivo, legislativo, judicial, militar, policial y eclesiástico con actores privados legales e ilegales. Ambos casos muestran la banalización y la mercantilización del bien común.
Esos tipos de criminalidad de los que es responsable desde épocas inmemoriales la clase dirigente, inoculan y conllevan a los ciudadanos al miedo o a una actitud medicante, a la indiferencia, a lo individual. Las voluntades huidizas en amores ciegos e infantilizados, cuando algo se politiza, lleva al caudillo o caudilla, a un pastor o pastora, a un abogado, a un periodistas o deportista. Los miedos a la libertad van disponiendo a nuevas formas de opresión a nombre de dios y de la democracia, del fútbol y de la vida fitness, en un entramado del complejo de pirámide y de una vida reality que asume la historia flasheo.
La negativa para apoyar un Acto Legislativo para proscribir el uso privado de las armas para asegurar lo que es propio de un Estado de Derecho como es el monopolio de la fuerza, refleja el miedo de sectores económicos y políticos de reconocer la verdad sobre el origen y motivaciones inconfesables del paramilitarismo. Tal actitud refleja la incapacidad de reconocer la responsabilidad en la violencia y subrepticiamente, el seguir legitimado un mecanismo violento para aplicar nuevamente, si sus intereses se vieran en peligro.
Es lo mismo que de refleja en el miedo militar, entre ellos el general Rodríguez y el cuestionadísimo Mora Rangel, a la visita de la Fiscal de la CPI Fatuo
Bensuda. Temor a asumir su responsabilidades con operaciones de ilegalidad como autoridad y las que se derivan de la cadena de mando en violaciones graves y sistemáticas de derechos humanos.
Sus presiones para sustraer del Acuerdo del Teatro Colón el artículo 28 del Estatuto de Roma, como lo expresaron ACORE y otros trae sus consecuencias. Creer que con su falsa alharaca de la guerra juridica o del comunismo o su honor mancillado por ser equiparados con su adversario militar les genera inmunidades es una falsedad que se les desmorona.