Sin Olvido - Ricardo Villa

Foto: Cortesia de la familia
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Ricardo Villa Salcedo se había convertido en un fenómeno electoral en el Magdalena, había obtenido la mayor votación de un líder independiente y había pasado de tener una carrera ascendente en el nuevo liberalismo a ser un líder político de la naciente Alianza Democrática M-19 en Santa Marta. Había sido senador y candidato a la Asamblea Nacional Constituyente por esta colectividad. Su labor como defensor dederechos humanos y abogado de la gente más necesitada lo había puesto en el ojo del huracán. En sus últimas columnas en el periódico El Informador se había dedicado a denunciar la captura ilegal del mercado de Santa Marta y hechos de corrupción en la ciudad. En este tiempo había decidido tomar un caso emblemático, tomo poder como defensor de un grupo de campesinos que vivían en la zona de Pozos Colorados quienes estaban siendo desplazados bajo amenaza, también defendía a la Corporación Nacional de Turismo que había comprado unos terrenos al ICBF. Quien fuera en ese entonces el alcalde de Santa Marta, Hugo Gnecco y un grupo de inversionistas habían desencadenado una ofensiva para comprar estos terrenos pues sabían que dicho sector se convertiría en Zona Franca y por lo tanto los precios de la tierra favorecerían  inmensamente a los propietarios, era el gran negocio.

El 23 de diciembre de 1992, en medio de las ferias decembrinas, a plena luz del día, asesinaron a un hombre que no debemos olvidar jamás. Un grupo de criminales de cuello blanco había hecho una colecta y juntado voluntades para pedir a Hernán Giraldo el asesinato de Ricardo Villa Salcedo, con esto eliminaban a un contradictor político, a un columnista incomodo y a un abogado incorruptible. Sin embargo, con el tiempo nos hemos dado cuenta que tanto el asesinato de él como el de Marcos Sánchez y Adalberto Pertus miembros del Partido Comunista y de la Unión Patriótica o como el de su amigo Julio Henríquez hacían parte de un plan de exterminio político en la región que tenía como objetivo principal apartar del camino a cualquiera que se interpusiera a los intereses económicos y políticos de esta alianza entre políticos, empresarios y paramilitares. Como ya lo ha dicho mi hermano Ricardo “su muerte no sólo fue por intolerancia política sino un proceso de limpieza estratégica que se dio y se sigue dando en nuestra costa Caribe”.

Como muchos Hijos e Hijas he reconstruido la vida de mi padre a partir de los recuerdos de sus amigos y de mi madre principalmente, todos tienen un cuento sobre él y sus inventos, algunos de mis profesores en la Universidad Nacional me contaron unos de los mejores que he escuchado. Eduardo Umaña Luna me contó varias veces uno que me gusta mucho. Estaban recibiendo los trabajos finales en la clase de Derechos Penal y Eduardo llamaba a lista pidiendo cada trabajo, cuando llamo a Villa Salcedo Ricardo, el joven estudiante respondió que no había traído el trabajo y el profesor le preguntó entonces cuál era el motivo, a lo que este contestó con desparpajo: he estado cumpliendo una misión revolucionaria. El profesor Umaña respondió con una sonrisa cómplice: muy bien camarada, déjeme felicitarlo, en su misión revolucionaria tiene 5, en el trabajo 0. Otra profesora me contó que en una visita que hicieron como estudiantes a una cárcel en Bogotá, el grupo se había detenido antes de ingresar porque Ricardo tenía que retirar el giro que su padre le hacia todos los meses para su sustento en la capital. Ya al interior de la cárcel se distribuyeron por grupos y él decidió visitar el pabellón de presos políticos. A la hora de salir, el profesor responsable empezó a contar sus estudiantes y faltaba uno, evidentemente el grupo no podría abandonar la cárcel sinque apareciera el estudiante, pasaron varias horas hasta que lo hallaron y lo convencieron de salir. Ya en la calle se empezaron a dispersar los estudiantes y Ricardo se acerco a mi confidente y le dijo: oye no tendrás veinte pesos que me prestes, es que me quede sin lo del bus.

Entre mis recuerdos más preciados conservo la fila de su oficina en el Edificio Posihuica. La gente esperaba pacientemente para entrar, algunos sentados en las escaleras otros mamando gallo, habían niños jugando en el pasillo, todos muy humildes, había mujeres campesinas que traían en un canasto huevos criollos y yucas todavía con tierra, había alguno que traía un pescado envuelto en papel periódico debajo del brazo.

Era un resumen de la vida de mi padre, la gente le pagaba con cualquier cosa porque él se negaba a recibir dinero de gente pobre, llevaba los casos que nadie quería llevar. Mi impresión después de muchos años de escuchar estos cuentos es que era un tipo que nadie ha podido olvidar y que su vida valió la pena precisamente por utópica y comprometida con las causas sociales. Hoy que se cumplen 20 años de su muerte he querido recordárselo a los samarios y a las samarias, y dedicar estas palabras a quienescomo él sueñan con una sociedad justa y un mundo mejor.

Camilo J. Villa Romero